Recuento
Una farola rota y apagada.
Su cometido no es iluminar la
acera,
sino ser ese poste
de hierro puesto en pie en la
oscuridad.
En la calle, quemado, hay un
contenedor
negruzco, roto, corrompido el
plàstico.
Él mismo es, también,
retorcido y volcado, un
desperdicio.
Nuestra hija es la angustia por
el paso del tiempo
que, despacio, va helándonos
la vida.
Ahora su objetivo no es amar
ni ser amada, sino ser el polvo
de una materia gris y sin
sentido.
Todo pierde su frágil misión.
Y, mira, amor, nada me
importa el nombre
que acabemos por darle a
todo esto:
de ahí es de donde viene
nuestra fuerza.
Esta parte de mí que te es
desconocida,
la del dolor desordenado y frío,
la que más te repugna,
es la que ha estado siempre
junto a ti,
la que, sin condiciones, más
te ha amado.
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1 comentarios:
ostras!!
He llegado aquí enlace tras enlace y no puedo menos que felicitaros por la web.
Procuraré estar aquí habitualmente.
Un saludo desde Galiza
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