Un poema de Isabel Pérez Montalbán


Te conozco incluso mejor de lo que tú mismo
te conoces a ti mismo.

Ya no estaré cuando te llegue esta carta. Todo se derrumba.
Pequeños equívocos sin importancia, tinta o caligrafía de ayer,
hoy se recobran en espuertas de grandes errores.
El muro en el espejo antecede a la noche del decreto.
Mi casa de muñecas se vende como una reliquia.
Todo verdor o cualquier íntimo trópico perecerán en un instante.
Ya todo sugiere la segunda guerra fría alrededor,
ya lo privado se oculta en los latidos fin de siglo
y lo más público se dice en la escritura invisible. Sin leyes,
el pronombre personal alcanza el grado fiero de la escritura.
No me llames, no me alguiles, no me esperes en arbril;
rastréame más próxima y mestiza en el recipiente de mayo.
Porque sé que te pareceré una extraña que no estuvo allí,
en las armas secretas de tu tiempo y tus papeles,
porque fui también incómoda huésped en mi tiempo.
Me creerás una espía que surgió del frío,
rescoldo y ceniza entre las cenizas rojas de Gramsci,
presunta usurpadora de Cándido o el optimismo,
pues cuánto dura cuanto , pequeño y grande amor,
corazón tuyo que late en el piano de mis costillas,
magma que abrasa y tintero como sangre de mi sangre
donde se moja el punzón de cuanto escribo,
fuego preso definitivamente mío sin que lo notes.
De Siberia Propia (Bartleby Editores)

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