Si no hay valor, que no se entre. Que se espere el resto de la oscuridad frente al silencio. Con sólo los pies mojados por la espuma de algo que se extiende dentro de nosotros. Que se espere. Uno indisoluble por el otro. Uno al lado del otro. Dos cosas que no se ven en la oscuridad. Que se espere. No el fin del silencio, sino el bendito auxilio de un tercer elemento, la luz del alba.
Después nunca más se olvida. Inútil huir a otra ciudad. Pues cuando menos se espera se le puede reconocer —de repente. Al cruzar una calle en medio de las bocinas de los coches. Entre una y otra carcajada fantasmagórica. Después de una palabra dicha. A veces en el mismo corazón de la palabra. Los oídos se asombran, la mirada se desorbita. Desde entonces es fantasma.
Párrafo de Silencio, de Clarice Lispector
Foto de Inma Luna
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