La alegría
Por fin ella dejó de tratar de agradar
a quien no fuese dios o la muerte, ambos muy lejanos,
se permitió ser lo que era
(y como él decía)
una maldita vieja.
Se puso casi guapa del alivio
mandó a paseo el cuidado del pelo y de la ropa
decía lo que le apetecía.
Los hombres no eran más que niñitos
que alguien había parido alguna vez,
preocupaciones sobre todo, y el chupete de consuelo.
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SOLVEIG VON SCHOULTZ
1 comentarios:
Toma ya!
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