
Quai de la Gare
Llega despacio, no es un cálculo político,  casi al cerrarse la puerta: 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
hoy se ha comprado un piso de treinta
   metros  cuadrados.
 Los protegidos llevan sucios los zapatos, traje de chaqueta, 
 usan el metro.
 La realidad quiere jugar al escondite. Todos perdemos.
 Un salario mínimo y la emancipación. El vagón es un cúmulo de ojeras:
 y para qué entonces pensar en cuando ya no queden
 respuestas
 ni preguntas que hacernos, ni vestimentas sagradas, ni censura  social,
 ni codicia inmobiliaria.
 Un cargo más de multinacional sin rumbo fijo. Con vértigo en los  codos.
 (Cierra el periódico).
 Se abrocha el cinturón de sacarina:
 él, que cree que la mitología no existe,
  que es la  respiración la que se corta cuando llega el fin de mes,
 no escapa a la espiral y se siente un perro acorralado
 que mira al infinito. No está solo. No estamos solos.
 En el metro hay residuos de vivencias inamovibles.
 Como la limitación perdona a quien la lleva cargada a la espalda,
 el ritmo nos empuja
   casi  inapreciable.
  De ida y vuelta  (Difácil,  2009).
2 comentarios:
Al entrar en vuestro mundo de cajitas de sastre rebosando palabras, siento primero fascinación, luego atravieso una superflua envidia para caer en un rinconcito de esperanza.
Es maravilloso que tengan la oportunidad de hablar y ser escuchadas. Tengo dieciocho años y escribo con ansias y a ciegas desde Asturias. A veces pierdo la calma y no veo forma de salir a la luz, de encontrar un padrino, un camino, una pista. Necesito avanzar y no sé muy bien hacia donde.
Ahora voy a mi librería a pedir vuestro libro. De momento, mi única certeza.
Querida Chica de la vespa. Envíanos algo para publicar en el blog. Estas cajas siempre están abiertas para mujeres con voz. laspresidentas@yahoo.es
Te estamos esperando.
Besos.
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